Resurrección en tiempo de Pandemia

El mundo está experimentando la interrupción sin fronteras y en todas las capas sociales, porque el coronavirus no conoce límites. El COVID es una pandemia, una amenaza global. El mundo está paralizado, tiene miedo. Esto es un hecho inusual, porque si cientos de miles mueren de hambre en África, si un volcán erupciona en Islandia o si un tsunami azota a Asia causando sufrimiento y muerte, la mayor parte del mundo puede seguir estos acontecimientos desde la distancia. Pero eso se acabó, porque el coronavirus nos afecta a todos.

Esta pandemia también se ha convertido en una cuestión espiritual, dolor, pena, duda, ira. Como creyente hay que soportar que algo así sea posible incluso como parte de la creación de Dios. Hay quien ve en esta crisis un castigo de Dios, pero es solo una imagen confusa porque Dios no se ha desentendido del mundo, y nos mira como una sola humanidad, sin divisiones de raza, de clase o de origen. Dios, nos mira como una sola familia; y mira de manera especial a los más pequeños, a los excluidos y a los vulnerables.

Hoy, en esta pandemia, este Dios, de todo cariño, de toda grandeza, inefable, “miraría primero a las personas que no tienen hogar para confinarse, miraría a los que no tienen respiradores dónde aspirar y mantenerse con vida, miraría a los que han perdido su trabajo, miraría a los que mueren solos”.

A todos, Dios los miraría, porque están en necesidad, y además los miraría con ternura y se conmovería. Conocemos al Dios de Israel que dice: “He oído el clamor de mi pueblo, el dolor en el que están, y he decidido bajar para hacer salvación”; entonces decide actuar la Santísima Trinidad, a través de la Encarnación del Hijo de Dios, quien ha pasado de la muerte a la vida a través de la resurrección.

Pero en esta Pascua, la resurrección de Jesús tiene algo importante que decir, mientras pensamos en el COVID. La resurrección no fue un gran milagro que afectó a una persona muerta. Es el “sí” de Dios a la renovación de la humanidad y el “sí” divino a la renovación de su creación. Las dos cosas están conectadas, y ambas dependen de la resurrección de Jesús.

Su resurrección asegura nuestra resurrección. La derrota que Él impuso a la muerte se convierte en nuestra victoria y viene para cambiar nuestra tristeza en danza.

                 ¡Felices pascuas de resurrección a toda la Familia Sanchina!

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